Light and reflection

Una vez, desperté pensando… De un sueño no se trataba, eso era evidente, como tampoco de ninguna pesadilla.

Simplemente, me levanté con vigorosidad reflexionando sobre la complejidad de la naturaleza. No es que estuviera en un sitio aislado de la sociedad, es más, residía en uno de los barrios más agitados de la ciudad.

Antes de levantarme, toqué con moderación la campanilla para que acudiera Helen, la mujer que se hacía cargo de la limpieza. Me daba vergüenza aceptarlo, pero yo no había nacido para hacer trabajos convencionales y menos aún, encargarme de la casa. Ahora bien, debo decir, que intentaba guardar todas mis hojas de cálculo y libros que resultaban ininteligibles para mucha gente.

En aquello que un pájaro se pone a volar, apareció ella con el desayuno en mano. Ante tal rapidez, mostré mi asombro:

– Es usted muy atenta. Debería de venir conmigo a la inauguración del Parque Botánico.

– ¡Oh, señor! Sería un placer poder pasear al lado de la plantas exóticas con sus flores extravagantes y de colores alegres. Sin embargo, déjeme preguntarle cómo es que quiere ir a Hampstead y cómo iremos, si bien no está Peter… ¿Además, usted no es de admirar estas bellezas, me equivoco?

– Helen, deje de incordiarme que había comenzado bien el día y quiero que siga igual. Por cierto, los huevos revueltos están en su punto, la debo felicitar.

– Usted cambia de mentalidad una y otra vez. Es que no ve que yo soy muy superficial y no llego a tales cambios de ideas? Y ahora es mío el por cierto; no me ha contestado.

– No me haga reír, su ironía y uso elaborado del léxico denota claramente que usted debería haber estudiado. Siempre se está a tiempo…¡Y más usted, que vive con un reconocido filósofo de la naturaleza! Referente al parque, la razón es que hoy me he sentido enérgico y, lo más importante, vivo. Es por ello que necesito estar al lado de otros seres, para comprender mejor el mundo tan confuso.

-Pues perdone que le corte el discurso, ¿pero usted no era el que decía que todo lo relacionado con la jardinería eran necedades? Y para el colmo, ¿a caso no soy yo un ser?

– No se me ponga molesta o se me pasarán las ganas de salir de casa. Ahora por favor, deje de hablar a un hombre que tiene la cabeza en otro sitio y tráigame el cuaderno donde apunto mis pensamientos…Sí, ese que está al lado del jarrón.

Por fin, Helen calló y se fue de la habitación en busca de la libreta. Para mi sorpresa, cuando me la trajo no dijo absolutamente nada. Pasé rápidamente las páginas para encontrar las que estaban aún en blanco, perfectas para ser escritas en ellas, mientras ella salía con parsimonia por la puerta. Al encontrarlas, noté que una extraña substancia se impregnaba en mis manos; eran huevos revueltos. A partir de ese día no volví a poner los pies en temas de la biología ni a encapricharme de la delicadeza de los vegetales, a pesar de mi atracción con las manzanas.